Tribuna de opinión
Jorge
Benavides Solís
El Parque de María Luisa debería estar integrado aún
más en la historia emotiva de los sevillanos. Si el parque estuviera en otra
ciudad sería mejor tratado por los usuarios y gobernantes.
MIENTRAS paseábamos por el Parque de María Luisa, mi
amigo, preocupado por la protección y conservación de este hermoso lugar, me
dijo: "No existe una teoría del verde".
De alguna manera es así, pensé, pero: ¿la belleza
necesita ser explicada y comprendida para proteger la Sevilla verde? Si se
acude a la razón, todas las explicaciones vienen en respuestas abiertas de
manera permanente. En cambio, a partir de las emociones, sólo es posible constatar,
sentir, tal como sugiere el neurólogo Semir Zeki: la belleza "satisface
más partes del cerebro, a más cerebros y a lo largo de más tiempo". Frente
al mar, un ocaso en otoño emociona, produce fruición: no exige explicación.
Para los clásicos y para los románticos, la belleza es
una expresión de la naturaleza que emerge de ella misma: Iguazú, una noche
estrellada, la costa amalfitana, los atardeceres en Kenia. Si la experiencia y
la percepción son agradables en todos los tiempos, las sociedades, y partes del
mundo, la belleza bien puede considerarse como un valor.
La naturaleza es el entorno dentro del cual han
evolucionado las funciones del cerebro del sapiens, primero reptil
(terror), luego mamífero (supervivencia) y finalmente humano (emociones y
sentimientos, amor). Tal como explica Antonio Damasio en Y el cerebro creó
al hombre, éste ha agudizado de manera específica sus sentidos para
percibir, de la forma más útil, todos los estímulos provocados por su entorno
vital: sonidos, colores, olores, sabores, cualidad de los objetos;
diferenciándolos y a la vez asociándolos incluso con el comportamiento. Para
los griegos la ética y la estética van juntas; la virtud y la verdad son
bellas.
En el siglo XVIII la belleza se convirtió en el objeto
de estudio de una nueva disciplina: la Estética; pues, el hombre no sólo podía
percibir sino generar belleza, por ejemplo, al hacer jardines. En efecto, ya
existían, según se ve en la casa del gobernador de Tebas (1400 a.C.), árboles
de sombra, pérgolas, estanques y una barrera de árboles para atenuar el viento
del desierto. Es uno de los primeros rasgos de una hipotética teoría del verde
que, asociada al diseño de los espacios, consigue lugares agradables al
utilizar algunos componentes físicos y las gratas cualidades de innumerables
plantas.
Antonio Rinaldi dice: "Un jardín histórico es una
creación espacial en la que los elementos arquitectónicos y vegetales forman
una unidad inseparable, una forma de gran valor estético, una expresión de
características indudablemente espirituales. Es un documento único, limitado,
perecedero, irrepetible, con un proceso propio de desarrollo, una historia
particular (nacimiento, evolución, mutaciones, degradación, etcétera) que
reflejan a la sociedad y a la cultura que lo han creado y vivido".
El Parque de María Luisa es un bien cultural tangible
(BIC), una parte imprescindible de la historia de Sevilla a partir del siglo
XIX, que debería integrarse aún más a la historia sentimental y emotiva de los
sevillanos; por lo visto no es así, según los gruesos troncos de palmeras y
árboles caídos, pareciera que el parque en 1929 tenía más vegetación que ahora,
sin embargo, en todas las estaciones, pero más aún en primavera por los
colores, por la luz tamizada, por el rumor del agua y de las aves, por los
olores y los mil verdes que se abrillantan debido a su amplia diversidad
vegetal, seguirá siendo bello, útil, agradable, un verdadero jardín botánico
con 127 especies representativas de los cinco continentes, incluida la palmera
Cycas que fue donada por Japón, y que constituye un verdadero "fósil
viviente" desde hace 200 millones de años.
Si este parque estuviese en otra importante ciudad,
desde luego sería mejor tratado tanto por los usuarios (vandalismo, aseo,
irrespeto) como por los gobernantes (carencia de una política ciudadana, de un
plan de renovación arbórea, de permanentes actividades e insuficiente
señalización). Menos mal que el técnico que ahora es el responsable tiene capacidad
comprobada. El parque no es una parte de la Plaza España; junto con otros
monumentos de la Expo de 1929, forman una sola unidad frágil y a la vez
permanente, con vida.
La Teoría del Verde en Sevilla habría que construirla
a partir de la protección de todos los árboles, jardines y parques que le dan
vida y proporcionan una singular percepción del espacio, pero será posible
siempre y cuando los sevillanos asuman conciencia y responsabilidad cívica; la
ciudad está sucia por el mal hábito de sus vecinos, no porque se barra poco. En
Querétaro por obligación los escolares llevan una bolsita para recoger los
envoltorios de sus golosinas; Atyrá, un pequeño pueblito paraguayo, fue
declarado el tercero más limpio y ecológico de América. Sevilla es bella y su
Parque de María Luisa no dejará de producir fruición a pesar del insuficiente
cuidado de sus habitantes.
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