martes, 8 de noviembre de 2016

Teoría del verde en Sevilla



Tribuna de opinión
Jorge Benavides Solís
Teoría del verde en Sevilla

El Parque de María Luisa debería estar integrado aún más en la historia emotiva de los sevillanos. Si el parque estuviera en otra ciudad sería mejor tratado por los usuarios y gobernantes.
 
MIENTRAS paseábamos por el Parque de María Luisa, mi amigo, preocupado por la protección y conservación de este hermoso lugar, me dijo: "No existe una teoría del verde". 

De alguna manera es así, pensé, pero: ¿la belleza necesita ser explicada y comprendida para proteger la Sevilla verde? Si se acude a la razón, todas las explicaciones vienen en respuestas abiertas de manera permanente. En cambio, a partir de las emociones, sólo es posible constatar, sentir, tal como sugiere el neurólogo Semir Zeki: la belleza "satisface más partes del cerebro, a más cerebros y a lo largo de más tiempo". Frente al mar, un ocaso en otoño emociona, produce fruición: no exige explicación. 

Para los clásicos y para los románticos, la belleza es una expresión de la naturaleza que emerge de ella misma: Iguazú, una noche estrellada, la costa amalfitana, los atardeceres en Kenia. Si la experiencia y la percepción son agradables en todos los tiempos, las sociedades, y partes del mundo, la belleza bien puede considerarse como un valor. 

La naturaleza es el entorno dentro del cual han evolucionado las funciones del cerebro del sapiens, primero reptil (terror), luego mamífero (supervivencia) y finalmente humano (emociones y sentimientos, amor). Tal como explica Antonio Damasio en Y el cerebro creó al hombre, éste ha agudizado de manera específica sus sentidos para percibir, de la forma más útil, todos los estímulos provocados por su entorno vital: sonidos, colores, olores, sabores, cualidad de los objetos; diferenciándolos y a la vez asociándolos incluso con el comportamiento. Para los griegos la ética y la estética van juntas; la virtud y la verdad son bellas. 

En el siglo XVIII la belleza se convirtió en el objeto de estudio de una nueva disciplina: la Estética; pues, el hombre no sólo podía percibir sino generar belleza, por ejemplo, al hacer jardines. En efecto, ya existían, según se ve en la casa del gobernador de Tebas (1400 a.C.), árboles de sombra, pérgolas, estanques y una barrera de árboles para atenuar el viento del desierto. Es uno de los primeros rasgos de una hipotética teoría del verde que, asociada al diseño de los espacios, consigue lugares agradables al utilizar algunos componentes físicos y las gratas cualidades de innumerables plantas. 

Antonio Rinaldi dice: "Un jardín histórico es una creación espacial en la que los elementos arquitectónicos y vegetales forman una unidad inseparable, una forma de gran valor estético, una expresión de características indudablemente espirituales. Es un documento único, limitado, perecedero, irrepetible, con un proceso propio de desarrollo, una historia particular (nacimiento, evolución, mutaciones, degradación, etcétera) que reflejan a la sociedad y a la cultura que lo han creado y vivido". 

El Parque de María Luisa es un bien cultural tangible (BIC), una parte imprescindible de la historia de Sevilla a partir del siglo XIX, que debería integrarse aún más a la historia sentimental y emotiva de los sevillanos; por lo visto no es así, según los gruesos troncos de palmeras y árboles caídos, pareciera que el parque en 1929 tenía más vegetación que ahora, sin embargo, en todas las estaciones, pero más aún en primavera por los colores, por la luz tamizada, por el rumor del agua y de las aves, por los olores y los mil verdes que se abrillantan debido a su amplia diversidad vegetal, seguirá siendo bello, útil, agradable, un verdadero jardín botánico con 127 especies representativas de los cinco continentes, incluida la palmera Cycas que fue donada por Japón, y que constituye un verdadero "fósil viviente" desde hace 200 millones de años. 

Si este parque estuviese en otra importante ciudad, desde luego sería mejor tratado tanto por los usuarios (vandalismo, aseo, irrespeto) como por los gobernantes (carencia de una política ciudadana, de un plan de renovación arbórea, de permanentes actividades e insuficiente señalización). Menos mal que el técnico que ahora es el responsable tiene capacidad comprobada. El parque no es una parte de la Plaza España; junto con otros monumentos de la Expo de 1929, forman una sola unidad frágil y a la vez permanente, con vida. 

La Teoría del Verde en Sevilla habría que construirla a partir de la protección de todos los árboles, jardines y parques que le dan vida y proporcionan una singular percepción del espacio, pero será posible siempre y cuando los sevillanos asuman conciencia y responsabilidad cívica; la ciudad está sucia por el mal hábito de sus vecinos, no porque se barra poco. En Querétaro por obligación los escolares llevan una bolsita para recoger los envoltorios de sus golosinas; Atyrá, un pequeño pueblito paraguayo, fue declarado el tercero más limpio y ecológico de América. Sevilla es bella y su Parque de María Luisa no dejará de producir fruición a pesar del insuficiente cuidado de sus habitantes.

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